¿Cómo nos vestimos las mujeres cuando hay negocios en juego? ¿Te vestís para cumplir tu propósito o para competir?
Por Gabriela Guerrero Marthineitz
Hay algo que vengo observando y que se cristalizó en una entrevista reciente en mi programa de radio, Pura Sangre.
Le pregunté a una reconocida empresaria por qué, en su experiencia, los hombres logran cerrar negocios en eventos sociales mientras que las mujeres, en general, no.
Su respuesta fue directa.
Incómoda, sí. Pero certera:
“Por el escote.”
Esa frase me dejó pensando.
He participado en muchos encuentros de networking donde vi a mujeres vestidas como para una fiesta: con tajos, brillos, escotes profundos o tacos imposibles.
Y no lo menciono desde el juicio estético, sino desde la mirada estratégica.
En otras columnas ya hablé sobre el poder de la comunicación no verbal.
Pero hoy quiero ir más a fondo y preguntarte:
¿Tu estilo acompaña tu desarrollo profesional?
¿Lo tenés en cuenta a la hora de cerrar un negocio?
Antes de asistir a un evento, ¿te preguntás cuál es el objetivo de estar ahí?
¿Cerrar un acuerdo?
¿Conseguir una alianza?
¿Visibilizar un proyecto?…
¿O ser mirada?
¿Cuál es el sentido de exhibir tus formas de manera exagerada y desviar la atención de tu discurso?
Es incómodo preguntarlo, lo sé.
Pero más incómodo es seguir autosaboteándonos sin darnos cuenta.
Mientras ellos usan trajes sobrios que no distraen del contenido, muchas mujeres siguen optando por looks llamativos que desvían la atención del mensaje hacia el cuerpo.
Y hay otro punto que casi nunca decimos en voz alta:
cuando el encuentro es entre mujeres, muchas veces no nos vestimos pensando en los hombres, sino para competir con las mismas mujeres.
El resultado es que esa competencia silenciosa (por destacar, por llamar la atención, por “ganar” en estilo) termina siendo contraproducente.
Porque lo que se lleva todas las miradas es el vestuario… y no lo que queremos comunicar.
En un networking o en un evento pensado para generar oportunidades, eso nos juega en contra.
Y ahí, ¡perdemos!
Te recuerdo (y me recuerdo) que nuestra marca personal es nuestra imagen.
Y es lo primero que se observa apenas entramos.
Después vendrán las palabras, pero la primera impresión ya está jugada.
Seducir no es lo mismo que influir
El problema no es que se nos miren.
El problema es que muchas veces nos vestimos para ser miradas.
Porque así nos educaron.
Porque así nos validan.
Porque confundimos seducción con poder.
Pero si querés ser percibida como una ejecutiva, empresaria o tomadora de decisiones, tu presencia, incluida tu vestimenta, debe reflejarlo.
No se trata de ser menos femenina.
Se trata de entender que el estilo también es estrategia.
La ropa no es inocente.
Dice lo que todavía no dijimos.
Y en un mundo donde aún tenemos que justificar nuestras capacidades más de la cuenta, quizás sea momento de dejar de distraer y empezar a dirigir.
Vestirse para cerrar un negocio también es poder.
Vestirse para cerrar un negocio no es perder estilo.
Es ejercer poder desde la cabeza, no desde el escote.
Porque el lujo silencioso no se grita, no ostenta, no necesita mostrar marcas ni piel.
Es elegancia en la actitud, en la elección consciente, en la sobriedad que potencia el contenido en lugar de taparlo.
El verdadero lujo no es el que ostenta ni con logos ni con escotes.
Es el que se expresa en seguridad, propósito y coherencia.
Eso también es estilo.
Eso también es poder.
Hasta la próxima,
La Señora del Lujo Silencioso
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