Algunas historias no hacen ruido. No salen en portales ni se gritan en televisión. Se deslizan en susurros, en capturas de pantalla que no se comparten, en miradas que nadie debería haber visto. Esta es una de esas historias.
Por Redacción
Después del Mundial de Qatar, la gloria se instaló en las esquinas del país como un perfume imposible de olvidar. Pero en un rincón elegante del norte del conurbano, donde los lagos artificiales reflejan atardeceres demasiado perfectos, algo más sucedía.
Él, llegó sin aviso. Campeón del mundo, héroe nacional, todavía con el brillo de los festejos pegado a la piel. Caminaba por el country como quien vuelve a su refugio, buscando el silencio del éxito que solo le puede dar el abrazo de su familia.
Pero muy cerca de ahí, una mujer que no necesita presentación. De esas figuras que flotan entre lo mediático y lo magnético. Siempre en boca de todos, siempre en la línea entre el deseo ajeno y el escándalo propio. No era la primera vez que lo veía. Pero sí fue la primera vez que algo se le movió por dentro.
No lo dudó. Ese mismo día , deslizó su dedo por la pantalla hasta encontrarlo en Instagram. Y empezó con corazones. Tres, dicen algunos. Cuatro, aseguran otros. Lo cierto es que luego vino el mensaje: “Te vi caminando por el barrio… cuando quieras, pasá.”
No hubo respuesta, dicen algunos. Lo único que trascendió fue un gesto inesperado: él, de forma voluntaria, le mostró el mensaje a su mujer. Sin escándalo. Sin gritos. Solo la crudeza de un acto que no buscaba esconderse.
Y como llegó, desapareció. Volvió al país del viejo continente donde brilla en su club, donde el idioma es distinto pero la pelota sigue siendo redonda. Desde entonces, no se lo vio más por el barrio. Ella, por su parte, jamás hizo alusión al episodio. Pero los que viven cerca notan que desde aquel día, sus historias de Instagram llevan un aire distinto. Más silencio. Más pausas.
El country volvió a la calma. Pero algo quedó flotando en el aire. Una frase, una imagen, una posibilidad que no fue… o que quizás fue y nadie lo sabrá.
Porque a veces el deseo no hace ruido. Solo camina despacio entre las casas, se esconde tras una pantalla… y deja una frase que nadie olvida: “Cuando quieras, pasá.”
Hasta este martes. Porque él volvió a aparecer. No en las calles del barrio, sino en la cancha. Jugaba contra Brasil, con la camiseta que aún lo consagra como campeón. Y desde una tribuna, entre la multitud, ella estaba ahí.
Lo vio correr. Lo vio brillar. Y lo vio marcar un gol que hizo temblar a un pais. Fue un instante. Una celebración breve. Una mirada al cielo.
Y entonces, sus dedos no resistieron la tentación.
Subió una historia. Una frase críptica, casi inocente para quien no sabe. Pero para los que conocen la historia, no hubo dudas. Porque hay cosas que uno no olvida aunque pasen kilómetros, días o mujeres.
Un posteo que pasará sin pena ni gloria. Solo los que saben huelen al cazador tras su presa. Tenía un solo destinatario.
Y en el fondo, quizás él también lo supo. ❤️
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