El Vaticano confirmó la noticia esta madrugada. Francisco, el primer Papa jesuita, el primero del sur del mundo. Falleció en Roma a los 88 años, luego de varios meses de salud delicada.
Hoy el mundo amaneció con un nudo en la garganta. Murió Francisco, el Papa argentino, el de las raíces en Flores, el que hablaba de Dios con acento porteño y corazón latinoamericano. Murió Jorge Mario Bergoglio, el cura que soñó con una Iglesia más humilde, más cercana, más humana… y que hasta el último día peleó por lograrlo.
El Vaticano confirmó la noticia esta madrugada. Francisco, el primer Papa jesuita, el primero del sur del mundo, el primero que eligió llamarse como el santo de los pobres, falleció en Roma a los 88 años, luego de varios meses de salud delicada.
Pero no se fue cualquier Papa. Se fue el hombre que cambió la historia de la Iglesia con gestos sencillos: con zapatos gastados, con discursos incómodos para los poderosos y con abrazos eternos a los descartados del sistema. Se fue el tipo que alzó la voz por los migrantes, por los presos, por los pibes sin futuro. El que pidió una Iglesia “con olor a oveja” y no encerrada entre paredes doradas.
Desde su elección en 2013, el mundo lo miró con admiración y también con sorpresa. ¿Un Papa que se toma el bondi? ¿Que carga su valija? ¿Que llama por teléfono a una señora para consolarla porque había perdido a su hijo? Sí, era él. El mismo Bergoglio que caminaba las calles de Buenos Aires con sotana sencilla y mate bajo el brazo.
En Argentina, la tristeza es doble. Porque no solo murió un Papa: murió un compatriota, un símbolo, un tipo que nos recordaba que desde este rincón del sur también se puede marcar el rumbo del mundo. Y aunque muchos lo criticaron, incluso desde su propia tierra, nadie puede negar que su paso por la historia fue gigante.
Los fieles ya se acercan a Plaza San Pedro para despedirlo. Llevan flores, estampitas, cartas. Algunos lloran. Otros rezan. Todos entienden que se va algo más que un líder religioso: se va un padre espiritual, un faro en la oscuridad de estos tiempos frenéticos.
Desde el Vaticano informaron que se activó el protocolo "Papa Ex-Papam", con honores reservados a los Pontífices que renunciaron. Pero más allá de los ritos y ceremonias, hoy la emoción desborda los protocolos.
Y en Flores, su barrio, se escuchan bocinas apagadas y radios bajitas. Los vecinos recuerdan al Jorge de siempre: el que saludaba en la panadería, el que iba a misa en San José de Flores, el que caminaba con paso apurado pero sonrisa mansa.
Murió Francisco. Pero su huella queda. En cada gesto de humildad, en cada palabra que incomodó a los indiferentes, en cada abrazo a los que el mundo no mira.
Chau, Papa del pueblo. Gracias por hablarle al mundo como nos hablás a nosotros. Con verdad. Con ternura. Con mate caliente y esperanza eterna.